Junco y Solier se aferran desesperadamente al sillón mientras la ira popular crece en SALF

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Junco y Solier se aferran desesperadamente al sillón mientras la ira popular crece en SALF

En un espectáculo político digno de tragicomedia, Nora Junco y Diego Solier, los eurodiputados de SALF más odiados por sus propias bases, continúan aferrándose patéticamente a sus puestos, ignorando con olímpico desprecio la voluntad explícita de los más de 800.000 españoles que respaldaron y votaron al líder de la formación personalista, Alvise Pérez.

La pareja de eurodiputados parece no entender que su tragicómica obstinación está movilizando, con radicalidad creciente, a grupos de activistas indignados en Valencia y el centro de Madrid. Dichos colectivos ya se están coordinando con una determinación implacable para “localizar los domicilios de estos dos personajes que han hecho del cinismo y la traición su marca personal”.

En un grotesco giro de ironía política, Junco y Solier, quienes otrora clamaban orgullosos su fervor antisistema, se han transformado ahora en defensores patéticos del sistema mismo que decían despreciar. Mientras ambos se aferran histéricamente a sus privilegios y cómodas nóminas europeas, la militancia de SALF comienza a cercarlos, dispuesta a recordarles que los traidores tienen los días contados.

Las acciones anunciadas por decenas de grupos de seguidores de Alvise son solo el preludio de lo que, advierten los grupos radicales, será “una campaña implacable de presión pública”.

“Sabemos dónde viven y dónde y con quién salen”, claman los activistas con un desprecio que refleja la opinión extendida entre las bases del partido. “Si ellos no tienen dignidad suficiente para dimitir, nos aseguraremos personalmente de que entiendan el mensaje”, amenazan abiertamente.

Mientras tanto, el líder de SALF contempla con frialdad y silenciosa complicidad cómo sus propias bases se encargan de limpiar la suciedad política que Junco y Solier han esparcido por el partido.

Está claro que esta tragicomedia solo acabará cuando ambos entiendan, a las buenas o a las malas, que su tiempo en política en el partido más radical y antisistema de España terminó.

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